Antes de
sumergirnos en su prosa, hay cuestiones que hay que tener en cuenta. Ricardo
González Aguirre (57 años) fue jugador de fútbol, luego tenista, ingresó en la
universidad de Arquitectura donde completó los estudios y hoy, a todos sus
laureles, le agregó el de escritor, con una profesora de lujo como Claudia
Piñeiro.
Asimismo,
los cuentos de Ricardo González se destacan por su impacto y por su afinidad.
Historias que rápidamente se hacen nuestras porque en alguno de sus detalles
nos sentimos identificados. Y relucen porque no tienen preludios ni profundidades
discursivas. Va a lo directo, a la anécdota en sí. Dicen en la universidad de la
calle, que "el que pega dos veces, pega primero". Y su autor, pega siempre dos
veces. Cuentos cortos de seis u ocho páginas, que ya en su primer párrafo nos
muestra la brújula. Y aunque de forma abstracta mantenga un hilo conductor entre cuento y cuento, suponemos que en ellos
hay más realidad que ficción. “Fue lento el proceso de escritura (aclara), con
mucha transpiración, mucha búsqueda del detalle y mucha corrección, pero lo
disfruté mucho. La realidad puede disparar un cuento, pero nunca es suficiente,
algunas cosas pasaron, pero fueron completadas con ficción. A veces nos suceden
cosas mínimas que pueden generar un cuento, a veces nos cuentan algo que lo hacemos
un cuento, como dice Liliana Heker, los disparadores de cuentos aparecen cuando
estamos en modo escritor”. Paralelamente a lo mío, un amigo
escritor, Mauricio Koch, me avisó que la editorial que acababa de publicar su
libro de cuentos “El lugar de las despedidas”, quería editar un libro de
cuentos temático. Y ahí surgió mi idea de “Vida de club”, que se fue dando
naturalmente, ya que los personajes de mis cuentos de una manera u otra estaban
ligados a la vida de un club. Nos pusimos de acuerdo enseguida, y ahora el libro
forma parte de una colección conformada por “Las visitas” de Elizabeth Lerner,
“El lugar de las despedidas” de Mauricio Koch y “El espectador” de Alberto
Badino”.
El libro nos
une al autor y a la vez nos distancia. Y tal vez en ese amigable y desagradable
vínculo, disfrutamos su lectura. No es todo lindo lo que nos cuenta, pero sí
auténtico. Como ese amigo rudimentario que todos tenemos y que queremos más por
su buena madera que por sus actos. Lo odiamos en “Ella” y “El pacto", lo
abrazamos en “Sin aliento”. Y después ya empezamos a entenderlo con “Juego de
reyes” y “Los albañiles”. Ricardo González es consciente de lo que escribe y
así lo demuestra en palabras claves que están milimétricamente ubicas en sus
cuentos. Sobre su persona, el autor se define: “Como cuentista creo que soy un
trabajador obsesivo, me gusta mucho corregir, sacarle el jugo a los textos,
como futbolista siempre tuve una mirada de equipo, me gustaba jugar de cinco,
de armador; como tenista me gusta generar estrategias de ataque, ser el que
maneja el punto y como arquitecto, diría que se asemeja mucho a cómo me tomo la
escritura, en este caso soy un obsesivo de los detalles”.
Leer su
libro de cuentos es conocerlo más, aunque el insista en que más de la mitad de
lo escrito sean consecuencias de momentos que dispararon su imaginación. Pero
para identificarlo por sus propias palabras, responde: “No jugué al fútbol como
profesional, pero es el deporte que más me atrae. Yo pertenecía a un grupo de
tenistas que jugábamos al futbol, hablo de la época del deporte blanco, y
ganábamos los torneos de papi fútbol que organizaba el club. Nos odiaban por
eso, especialmente los futbolistas. Cuando fue la época de ingresar a la
facultad, yo estaba indeciso entre Letras y Arquitectura. Me definió un primo
brasilero que es arquitecto y urbanista. Me dijo: “la arquitectura es poesía
sólida”. Mi padre, que era un gran lector, me introdujo a los autores
clásicos. Por su parte, Liliana Heker me enseñó a escribir ficción y me hizo
descubrir a maravillosos cuentistas norteamericanos. Del ámbito deportivo creo
que el equipo de Ferro de Carlos Timoteo Griguol me enseñó lo que era el deporte y
pensar en equipo”.
Y concluye:
“Espero que cuando estén leyendo mis cuentos sientan que las verdaderas
historias están escondidas debajo de los textos. Me gustaría que sientan esa
curiosidad y que cuando el verdadero conflicto emerja a la luz sientan que hay
otra manera de ver las cosas”.
Nombre: Vida
de club.
Autor:
Ricardo González.
Editorial:
La parte maldita.
98 páginas.
Por Mariano
Casas Di Nardo
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