lunes, 9 de marzo de 2015

"La Doce"

–La verdadera historia de la barra brava de Boca–.

Especialista en el tema de la violencia en el fútbol, los barrabravas y los entretejidos entre políticos y dirigentes, Gustavo Grabia vuelve a desnudar el flagelo que pone en jaque al deporte más popular de Argentina. Su libro “La Doce” es una paciente y devastadora descripción de cómo nació, se desarrolló y se posicionó una de las barras más violentas y sistemática de nuestro fútbol.  Desde la primera muerte allá por el año 1924, hasta los actuales Mauro Martín y Fido Debaux, pasando por Quique “El Carnicero”, el mítico Abuelo y Rafa Di Zeo.

Escrito con la misma tranquilidad y armonía con la que encara sus columnas en su programa de radio “Tierra de locos” y en “Estudio Fútbol”, por TyC Sports; Grabia nos relata una historia que de ser ficción, sería más que electrizante; pero que se vuelve asfixiante si entendemos que todo lo narrado sucede mientras vemos rodar la pelota entre las piernas de un Riquelme, el actual Lodeiro o los inolvidables Martín Palermo, Carlos Tévez y Guillermo Barros Schelotto. Una coyuntura que fue desde siempre, desde la época de Juan Ferrero, Rojitas, Carlos Tapia, Diego Latorre y el paraguayo Cabañas; pero que hoy, con el uso desmedido de la tecnología y los registros comunicativos, sale a la luz con mayor claridad.

Tal vez el libro no sea ideal para el hincha xeneize, porque nunca se quiere ver la miseria propia, pero sí se vuelve indispensable para aquellos apasionados del fútbol, que quieren saber qué hay detrás de esos hinchas descontrolados que alientan sin parar, incluso muchas veces, de cara a su propia tribuna sin mirar el partido.

Crudo, áspero, fuerte y hasta por momentos inverosímil, en “La Doce” quedan explícitas todas las deshonras de una pasión que excede los límites de los 90 minutos del partido en cuestión. Una nueva edición, corregida y ampliada para entender cuál es el sentimiento del cual no pueden parar.

Nombre: La Doce.
Autor: Gustavo Grabia.
Editorial: Sudamericana.
288 páginas.

Por Mariano Casas Di Nardo

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